Así nos encuentra el coronavirus

Unas líneas de repaso por momentos de indiferencia colectiva en la Historia y una pregunta final que puede ser la clave para salir de todo esto. La foto es el Guernica, de Pablo Picasso (está en el Museo Reina Sofía, en España, lean su historia en este link).

 

 

A Jesús lo crucificaron cuando se peleó con los poderes de su época y expulsó a los mercaderes del templo. Y no me refiero a cuestiones religiosas, sólo hablo de lo de siempre, la lucha por los recursos, porque de eso se trata en definitiva. La historia de la humanidad sigue siendo la pelea por la apropiación de la riqueza y del ingreso.

En la Segunda Guerra Mundial, mientras millones de personas eran asesinadas por los nazis en muchos de esos mismos lugares había quienes miraban para el costado o se congraciaban con los nazis o hacían negocios con los nazis. Más acá en el tiempo y en la geografía, hay quienes aún niegan o relativizan ese drama.
Otro salto en la Historia. Argentina de los 70. ¿Cuántos miraban para el costado en el genocidio del Estado? Y decían a “mí no me pasa nada”.

Somos hijos también del “no te metás”, del “por algo será”, que llega hasta nuestros días y se aplica a miles de situaciones.

Las inundaciones pasan lejos, hasta que el agua invade la comodidad de nuestros livings.

A la mujer la faja el machismo violento, hasta que el golpe cae cerca nuestro y nos moretonea la cara. Y todavía nos preguntamos, con un pudor creciente, pero dudamos, sobre qué habrá hecho la mina.

Al que vive en la calle, lo miramos de costado, si es que lo miramos. Y nos acordamos cuando el frío acecha y lo recuerdan desde las oleadas de solidaridad que cada tanto nos hacen ver que no todo está perdido. Pero pasa el frío, la campaña termina y las familias siguen viviendo en la calle y las teles que vemos desde la cama mullida no muestran lo que pasa, tal vez a la vuelta de nuestras casas.

En los malditos 90, si se podía comprar dólares a un peso (fantasía que apenas duró menos de una década), mirábamos para el costado cuando se caían del mapa millones de laburantes que de a poco comenzaron a cortar calles y rutas que nos joden cuando nos toca interrumpir ahora nuestro tránsito, lo que confirma dos cosas: que mucho de los estructural sigue sin resolverse y que el egoísmo y el mirar solo hacia el propio ombligo no pasan de moda.

De este modo nos encuentra el coronavirus. Aislados y egoístas. Encerrados aunque estemos hiperconectados. Ignorantes pese a la sobresaturación de noticias inventadas que lo único que hacen es retraoalimentar la depresión que en definitiva sigue bajando las defensas; las físicas y las emocionales.

Ahora este virus, que nos lleva del cinismo a la hipocresía. De pensar que no nos va a tocar, a desconfiar del otro. Aunque el otro sea el Gobierno que en cabeza del Estado, debe tomar decisiones que van a afectar a todos.

No hay en estas líneas ni consejos sobre cómo actuar, porque para eso están las fuentes oficiales. No hay datos, porque cambian de a ratos. No hay respuestas, porque se están terminando de hacer las preguntas. No hay soluciones, aunque la ciencia se pela el lomo contra las urgencias (acá y en el mundo) y se pelea no solo contra el tiempo sino, sobre todo, con los mercaderes de la vida y la muerte, que vienen a ser los herederos de esos que Jesús echó del templo hace tanto tiempo.

Pero cierro esto con una sola pregunta, que en la intimidad de nuestras vidas, todos podemos responder con honestidad y sin sobreactuaciones; ¿qué estamos haciendo por el otro?

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1 pensamiento sobre “Así nos encuentra el coronavirus”

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