La pesada herencia

Cuando el 24 de marzo de 1976 la Junta Militar, con Jorge Videla, Emilio Massera y Orlando Ramón Agosti a la cabeza, se hacía del control del gobierno, destituyendo de esa manera a la presidenta María Estela Martínez de Perón, se iniciaba el paso previo que necesitaba el poder real para poder llevar adelante un plan económico que continúa, con sus matices y contradicciones, hasta el día de hoy.

Esa es la verdadera herencia que no se discute a fondo en este país.

Esos son los tentáculos de un proyecto nacional para pocos, con un perfil meramente agroexportador, con escasa incorporación de valor agregado, con una apertura indiscriminada al mundo y con un sesgo especulativo vinculado más a lo financiero que a lo productivo.

En los años 80 fuimos testigos de los intentos de la primera etapa del gobierno de Raúl Alfonsín, por fortalecer una democracia asediada por las corporaciones económicas y los planteos militares.

Conocimos los puntos de contacto que hubo entre el plan económico de la dictadura cívico-militar y la década del 90, con un Carlos Menem, que en nombre de la pacificación dictó los indultos que impidieron la tarea de la Justicia para castigar los crímenes de lesa humanidad y que a caballo de la globalización exultante del fin de la historia, pretendió neutralizar la movilidad social ascendente, que había distinguido el desarrollo argentino.

Así se tiraron por la borda las mejores tradiciones, que desde 1916, habían puesto en primer plano las libertades civiles en crecimiento y la justicia social inclusiva, como las grandes banderas de los movimientos populares: el radicalismo y el peronismo.

A la debacle y la tragedia de 2001, le siguió por un lado, la imposibilidad de una propuesta popular superadora de 3 décadas de neoliberalismo, aunque el poder real sintió el impacto y los emergentes de esa crisis siguen marcando la agenda de hoy.

Por un lado quien supo interpretar de mejor manera el contexto, fue el reconvertido justicialismo, que sin dejartotalmente de lado el lastre del menemismo, encontró a Eduardo Duhalde como el piloto de tormentas que dio paso a la salida kirchnerista.

Excede el espacio de estas palabras el análisis más complejo de la etapa encabezada por Néstor Kirchner ycontinuada por Cristina Fernández, pero lo cierto es que las limitaciones de los 3 mandatos del Frente para la Victoria, arrojaron como resultado la imposibilidad de cambiar de raíz las líneas centrales del proyecto de la dictadura en términos estructurales.

En esa consideración no se incluye, por cierto, la política de derechos humanos como cuestión de Estado, al margen de la ausencia de explicaciones profundas del cuestionado ascenso a la máxima jefatura del Ejército, del ahora detenido César MIlani.

Desde diciembre de 2015, gobierna Mauricio Macri al frente de la Alianza Cambiemos.

Algunos sostienen que es un lapso de tiempo demasiado corto para evaluar los alcances de su propuesta. Pero llama la atención la similitud con el plan anunciado el 2 de abril de 1976 por el entonces ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz.

El golpe había sido dado hacía 9 días y los anuncios del funcionario así fueron resumidos al día siguiente en la tapa del diario Clarín.

Anunciaron el programa para el reordenamiento de la economía nacional

  • – Disponen la liberación de los precios.
  • – El Gobierno establecerá los salarios.
  • – Aumentan los combustibles y el gas.
  • – Fue modificado el régimen impositivo.
  • – Anulan la Ley de Inversiones Externas.

Las consecuencias de esa política fueron bien claras y sumieron a partes muy grandes de la población en la pobreza, en la falta de futuro. La deuda externa pasó a ser un elemento central en la vida de nuestro país.

El plan de la dictadura, en ese sentido, llega hasta nuestros días. Y la realidad, a golpe de parecidos buscados, se vuelve a asemejar demasiado a lo que se instaló hace 41 años.

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