Estamos hechos pelota

La línea que va de la suspensión de la final de la Copa Libertadores a la agenda de seguridad y el control del “caos”. Un cóctel de explicadores, conclusiones apuradas, simplificaciones del análisis y discursos que instalan peligrosos escenarios.

 

No Diego, esta vez no tuviste razón. La pelota sí se mancha.

Pero no es sólo la sociedad la que falló, como dicen aquellos de una pretendida mirada sociocultural. Gentes bien pensantes con horas de micrófono o de teclado fácil, que no dicen igual de rápido que la sociedad triunfa cuando un colectivo (sindical, político, cultural, religioso, estudiantil, deportivo o una agrupación barrial), milita para hacer de este un mundo mejor.

Lo dicen, rápidos para sentenciar como jurado exprés, cuando una banda, en este caso una barra brava, actúa de manera violenta. Si es que solamente se trata de barras, o no es también el reflejo enloquecido de un discurso que solo deja lugar al éxito en un partido que definía la vida misma y se da en el caldo de cultivo de una violencia cotidiana.

Falló el operativo  de seguridad, dicen, decimos a veces (hacerse cargo), cuando nos convertimos en estrategas del control de la calle por mirar un video que circula en las redes, pasa a la TV y vuelve por el whatsapp y “demuestra claramente” que el anillo de contención estaba caído y no se “encapsuló” la caravana con el micro que llevaba al plantel de Boca.

Fallan las preguntas o  triunfa la comodidad de querer conformarse con lo aparente para no indagar en lo profundo.

El chofer del micro salió de gira mediática a contar que durante 15 o 20 segundos se desvaneció al mando del volante, en el momento de las pedradas y nadie le preguntó o se inquietó por saber cómo no hubo una tragedia mayor, cuando es sabido que un accidente en esas condiciones se puede dar en un parpadeo, que dura apenas un par de segundos.

“Los hinchas de River le tiraron gas pimienta al micro”, dicen algunas crónicas periodísticas. Claro, el relato cierra perfecto el círculo de la revancha a la agresión del Panadero y compañía en el año 2015. Bien, la pregunta es inevitable: ¿alguien cree cierto que un gas pimienta, que tiene un alcance de 4 metros, pueda atravesar los vidrios rotos de un micro que pasa a una velocidad no menor y afectar a jugadores que estaban mayormente en la parte superior del doble piso?

Contexto

Son (en parte somos), expertos en la relación de la política con la policía y de estas con las barras de los clubes: el negocio de la reventa, los trapitos, la falopa, los favores. Ahora, probablemente nos cueste encontrar un denominador común para ponernos de acuerdo en cuál debiera ser la centralidad de las fuerzas de seguridad, su rol en la sociedad, su misión.

Y lo mismo cabe para el tema, más complejo es verdad, acerca del sentido de las Fuerzas armadas. Debate que tuvo un atisbo de visibilidad cuando la desaparición del submarino ARA San Juan y su hallazgo allá a lo lejos en el tiempo, hace una semana.

A la salida de la última dictadura cívico militar, una de las tantas consignas que se cantaban (incluso en los estadios de fútbol), era esa que decía: “baila la hinchada baila, baila de corazón, sin militares, sin policías, vamo’ a vivir mejor”.

Claro, la tarea de los uniformados había sido nefasta en la lógica de tener a su pueblo como enemigo, con el pretexto de la subversión. Era la idea de la hipótesis de conflicto hija de la Doctrina de Seguridad Nacional, instrumentada para la región por la actividad formativa de la Escuela de las Américas.

Ahora, tres décadas después cambiaron los objetivos. El Comando Sur de los Estados Unidos, con activa injerencia en la región latinoamericana, pone al narcotráfico y al terrorismo como ejes del conflicto en la batalla de fondo contra los 3 enemigos que puntualiza en la nueva Guerra Fría: China, Rusia e Irán.

A esta altura, se pueden estar preguntando qué tienen que ver estas cuestiones con Leo Ponzio, Pablo Pérez y la Copa Libertadores, que aún no tiene campeón.

En forma directa, mecánicamente nada. Pero la idea no es simplificar las conclusiones sino problematizar las incógnitas. Nadie avanza sólo en base a respuestas, sin el motor de la pregunta como empuje.

Los uniformados y la intocable

Pero no debemos dejar de tener en cuenta que luna de las fuerzas de seguridad (Gendarmería), fue clave para intentar mantener en pie la causa de la muerte del fiscal Alberto Nisman, con la pericia que indica que se trató de un asesinato. La misma Gendarmería que tiene más silencios que certezas en el caso de Santiago Maldonado.

Que otra de las fuerzas (Prefectura, presente en el operativo en adyacencias de la cancha de River), es quien encabezó la represión que terminó en el asesinato por la espalda hace un año del joven Rafael Nahuel, también en la Patagonia como Maldonado.

En las últimas semanas, una seguidilla de acciones pusieron en el centro de la información a la ministra intocable del Gabinete nacional: Patricia Bullrrich. Los anarquistas y sus bombas caseras en el Cementerio de Recoleta (para atentar contra la bóveda del coronel Ramón Falcón), el “caño” arrojado en el domicilio del juez Claudio Bonadío, el pollo explotado, las sábanas de Aeroparque y las puestas en escena.

La misma ministra que pasa de decir que el que quiera “puede estar armado” a plantear que “un Superclásico es algo menor, si vamos a organizar el G20” y proclamarse “campeona de la paz”, sin que nos preguntemos en serio cuál es el rol que cumple como articuladora vital en la nueva “agenda de seguridad”, que va desde compromisos y acuerdos que no se conocen con Estados Unidos, a la compra de armas secretas, por razones de “soberanía”.

Patricia Bullrrich, sentada junto a Mauricio Macri, con quien recibieron a Luis Chocobar el policía que disparó por la espalda a Juan Pablo Kukoc en el barrio de La Boca hace casi un año.

Patricia Bullrrich, la de los mil partidos políticos (¿siempre en la misma línea?), cara visible de la Doctrina de la Saturación Represiva y las detenciones al voleo, como durante las jornadas del 8M de 2017, de las protestas por la desaparición de Santiago Maldonado, de las jornadas de repudio a la reforma previsional de diciembre de 2017, de la movilización contra el Presupuesto hace poco más de un mes.

La mejor representante de la nueva Agenda de Seguridad Continental, que tiene características de subordinación más que de cooperación.

Una agenda en donde las Fuerzas Armadas ceden soberanía operacional, son desfinanciadas (ARA San Juan) y el eje del conflicto es trasladado al sistema de seguridad. De allí el intento de poner a los militares a realizar tareas internas, resistido aún por los propios uniformados, sabedores de experiencias nefastas no solo de nuestra historia, sino más recientes como los casos de México y Colombia.

Un esquema que necesita del descontrol social para que alguien garantice el control represivo. Desde lo discursivo sobran las expresiones: los inmigrantes, los piqueteros, los sindicalistas, los que cortan las calles, lo que marchan, los que toman empresas que cierran. Ahora los barrabravas, que “justo” son allanados un día entes del partido para que “justo” se generen los disturbios.

La seguridad es un negocio que necesita de la actividad del caos. No hay laboratorios sin enfermos y no hay “palos” sin inseguridad. Y las formas de la inseguridad son moldeables de acuerdo a la necesidad del momento y en función de los intereses de quien la manipule. La inseguridad debe ser unos de los territorios más disputados desde lo interpretativo.

No hay coincidencias, a veces ni siquiera en los bingos de Daniel Angelici o en los casinos de Cristóbal López, para manejarse con equilibrio sobre la grieta.

Hay acciones encadenadas, que como en las buenas operaciones no son conocidas en su totalidad por todas las partes en cuestión.

Pero que corrieron el arco, lo corrieron. No tengan dudas.

Y en los arcos corridos no entran las pelotas. Ni siquiera las manchadas de las que hablaba Diego que, parece, esta vez se equivocó.

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2 pensamientos sobre “Estamos hechos pelota”

  1. Agudo análisis que plantea una mayor complejidad sobre los hechos de violencia acontecidos en las inmediaciones del estadio de River. Define claramente que la crisis en la seguridad no es únicamente un problema de la sociedad, sino que tiene actores muy definidos en sus responsabilidades en distintos estamentos del poder. Advierte sobre la concepción que plantea el gobierno en la materia a partir de las políticas que implementa la Ministra Bullrich y deja flotando la posibilidad de una acción planificada detrás de este supuesto desborde espontaneo de un grupo de violentos.
    En el medio, un pueblo que sufre y que,además, pierde la posibilidad de disfrutar una de las máximas fiestas deportivas que tiene nuestro país.

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